27 noviembre 2018

Por Una Buena Causa

Merche se llama la voluntaria que, el pasado miércoles me pilló con la guardia baja al salir del centro de salud. Fui a que me revisaran unas pruebas del corazón y, al final, la que me tocó el corazón de verdad fue ella.

Unos siete años hará que dejamos de colaborar con causas benéficas en casa. Estábamos en plena crisis económica, teníamos que pagar la hipoteca, Lucas acababa de llegar al mundo y Ana se había quedado sin trabajo (uno de esos ERE que tan de moda se pusieron por aquel entonces). Había que apretarse el cinturón y optamos por cortar las donaciones. Eran sesenta euros al mes. Setecientos euros al año. Más de cinco mil en este periodo... un dinero. Desde entonces, siempre hemos tenido en la cabeza retomar las donaciones. Pero nunca encontraba el momento de hacerlo. Ni estaba seguro de querer donar a las mismas instituciones. Causas hay miles (por desgracia) y es difícil decidirse. Estuvimos diez años colaborando con unas, creo que es justo colaborar con otras.

La situación ahora es distinta. Es verdad que seguimos teniendo hipoteca pero, pagamos menos que entonces. Que Lucas sigue suponiendo un gasto constante, pero mucho menos que cuando era bebé (los pañales cuestan un ojo de la cara). Y Ana sigue sin trabajo, pero eso ya lo hemos asumido. Nuestros ingresos son estables y nuestros gastos también, más o menos, así que podemos plantearnos hacer algo más por el mundo que sólo quedarnos mirando. Entonces, ocurrió lo del miércoles.

Cuatro chicas se encontraban a la puerta del centro de salud. Hacía un día de perros, como casi todos los que llevamos de otoño. Dos tenían el tenderete instalado en plena calle y otras dos en el vestíbulo. Pasé por delante de los dos y en ambos solicitaron mi atención. Me disculpé, llevaba prisa porque iba a consulta y unos nervios que ni para un examen final de la facultad, así que les dije que, a la salida hablábamos si no les importaba. Supongo que llevarían toda la mañana escuchando excusas del mismo tipo, así que la cara de desilusión se les nota en cuanto reciben el no (no puedo, no quiero o no me interesa...) debe de ser muy frustrante no conseguir resultados cuando te asignan una tarea. Sobre todo en un país, donde presumimos de ser los más generosos con causas benéficas del mundo pero, luego nos escabullimos como ratas cuando vemos uno de estos puestos solidarios.

A los veinte minutos, tras pasar por consulta y que la doctora me dijera que estaba bien y que dejara de preocuparme, me dirigí a la salida y, allí estaba de nuevo Merche, sonriente, preguntando si ahora podía atenderle. Se pensaba que era médico, no se por qué, debo de tener planta de sanitario. Y, en cuestión de unos ocho minutos, me hizo una exposición de lo que es y hace ACNUR. Un breve resumen en el que me dejó claro los objetivos de esta organización, sin ánimo de lucro, asociada a las Naciones Unidas y que se encarga de ayudar a los refugiados. Entre las campañas que más impactan está la de la lucha contra la desnutrición infantil. Todos habremos visto las imágenes de los "negritos" esqueléticos a los que unos sanitarios dan un sobrecito de pasta. Ese sobrecito contiene una masa de cacahuetes, hipercalórica e hiperproteica, que hace que, en cuestión de pocas semanas, un bebé pase de una muerte segura, a recuperar la masa corporal que necesita para sobrevivir. Cada sobrecito sale de coste, puesto en el país, a cincuenta céntimos y el único que saca beneficio de ese producto es el niño que se alimenta de él, la patente es libre y ninguna farmacéutica o empresa alimenticia hace negocio con ello. Eso me gustó. Me tocó la fibra sensible y me hizo pensar. Pero, no le rellené el impreso para hacerme socio en ese momento. Estas decisiones las consensuamos siempre entre Ana y yo y, aunque me parece que le sonó a excusa, la chica lo entendió. Me dejó su número de teléfono y me pidió que, por favor, si nos hacíamos socios, se lo comunicara. Y, Esa misma tarde lo hicimos. Una aportación anual, que tal vez no sea mucho, pero algo ayudará. Le mandé un mensaje a Merche y me contestó en seguida, muy feliz de que nos hubiéramos decidido tan rápido. Muy agradecida por nuestra colaboración.

Tengo que admitir que, el hecho de que me decidiera a dar el paso otra vez, después de tantos años, y volver a colaborar con buenas causas, fue en gran parte gracias al trabajo de esa chica. Su forma de explicar, con la ilusión y las ganas con las que lo hacía, me hicieron decidirme. Si, en lugar de dedicarse a eso, hubiera estado promocionando jamones, ahora mismo estaría desayunando un bocadillo de serrano en lugar del pan con aceite de oliva de Candón de todas las mañanas. Y si fuera política, nada más que por la ilusión que irradiaba, le votaría en las próximas elecciones.

Para mi, es una alegría ver que los que vienen detrás nuestra están ahí, implicados y preocupados por el mundo que les rodea. Eso, me devuelve la esperanza que me quitan cada vez que veo el telediario.

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