Santa Paz de Ray

La cosa estaba clara desde el principio. Una película sobre la vida de una Santa, española (universal habría que decir), hecha en España, por un director español, en pleno siglo XXI y apoyada por el Ministerio de Cultura del gobierno más laicista de la historia de este país. Alguna trampa tenía que tener y, por supuesto, la tenía.

Los obispos ya sentían la mosca detrás de la oreja cuando la elegida para el papel de Santa Teresa de Jesús fue Paz Vega, una buena elección cuando se quiere que las salas se llenen, la chica lo tiene todo, guapa, alta, simpática, inteligente y un cuerpo envidiable, pero, tal vez, demasiado apetitosa carnalmente como para que la gente mire más allá de la simple apariencia para descubrir el personaje místico. Aún con todo eso, no me parece mala la elección de la chica, un rol como este puede marcar la diferencia entre una buena y una mala actriz y ella ha asumido valientemente eso, como un reto a su carrera, siempre marcada por papeles cómicos, secundarios o con fuerte carga erótica. Demostrar que se puede ser guapa y al mismo tiempo sacar toda la fuerza interior para embutirse en el cuerpo de una religiosa de siglo XVI, doctora de la iglesia y respetada por sus obras, tanto literarias como sociales y eclesiales es todo un desafío y por tomar la decisión de hacerlo, yo, me rindo a los pies de Paz.

Pero, bueno, todo eso está muy bien, más no vende y eso lo sabe muy bien tanto el director y guionista (el señor Ray Loriga) como los productores de la película, de modo que, como siempre pasa en estos casos, se opta por la opción fácil, la técnica del charcutero, sacar a la calle las longanizas, las morcillas, los lomos embuchados para que la vista y el olor atraiga a los clientes, hambrientos y ávidos de saciar sus apetitos. La señorita Vega es buena actriz, pero, además tiene el plus de ser extremadamente atractiva, de modo que, siempre por exigencias del guión, hacemos que se desnude en dos o tres escenas claves y creamos algo de polémica. No, a ver, el problema no está en que la protagonista se quite la ropa, en el siglo dieciséis la gente también se desnudaba, el quid está en que para representar los conocidos estádos de éxtasis que sufría la Santa, en los que lograba la Comunión con Dios, con Jesús, no hacía ninguna falta que se explicitase un encuentró físico entre Teresa y Jesucristo, tocamientos incluidos, ni que cada vez que entrara en trance y levitara pareciera que disfrutaba con un orgasmo. A estas alturas de la vida el cine tiene suficientes recursos, artísticos y técnicos como para representar un estado místico sin necesidad de confundir al personal asemejándolo a un climax sexual. Aunque, llegados a este punto, tenemos que volver a tomar la senda de la polémica, ya que crispar a media España significa publicidad gratis, y ya se sabe que un escándalo vende más que la discrección y es más barato. Todo con el valor añadido de que la cinta, no hace ni pizca de gracia a la Cabeza de Iglesia Católica y al noventa y nueve coma nueve por ciento de sus feligreses, que son un montón, pero que, al parecer, en este país ya no cuentan (no contamos porque me incluyo), ni ellos, ni sus sentimientos, ni sus creencias, ni sus tradiciones. En un país plural y conciliador como en el que vivimos (dígase esto con la boca pequeña), parece que el insultar a la mitad de la población es casi un deporte nacional, consentido y a veces, alentado por según que sectores.

A los que me salgan con la defensa de la libertad de expresión artística les diré lo que siempre he dicho, que el arte es resultado de una percepción subjetiva, a veces individual y otras colectiva, lo que para unas personas es arte para el resto del mundo simplemente es un trozo de barro o una tela pintarrajeada. Toda forma de arte me parece respetable, siempre que ésta, por transgresora no roce el insulto y/o el desprecio a una persona o una comunidad. Si lo que le apetece a la gente es satisfacer su morbosidad viendo a una señora estupenda vistiendo hábitos, no había necesidad de subvencionar una nueva película, con ir a cualquier videoclub “decente”, o al mismo CorteInglés, buscando desde Piere Paolo Pasolini hasta nuestros directores de cine X actuales pueden encontrar material para satisfacer sus más oscuros deseos, pero oscuros oscuros ¿eh? En fin, a día de hoy sigo sin entender la mentalidad del cineasta español, ya que, habiendo magníficos guiones y gente estupenda para hacer buen cine acaba siempre por hacer lo mismo. Salvo contadas excepciones, claro está.

Que ganas tengo de que algún día a un visionario de los de verdad se le ocurrirá la genial idea de dar un repaso cinematográfico a la primera mitad del siglo veinte en nuestro país. Que de una version de ese convulso tiempo y de las grandes revoluciones y me incluya un triángulo amoroso con Pablo Iglesias, Dolores Ibarruri y Santiago Carrillo, con escenas de sexo a troche y moche. Ahí, ahí querría ver yo las ampollas que levantaría la historia. ¿No queremos igualdad? Pues ahí debería ir una dosis, eso si, siempre desde el sentimiento artístico transgresor... vamos, digo yo, no queriendo ofender a nadie, que las cosas o se hacen con buen gusto o no se hacen.

P.D. Se aceptan sugerencias para el casting

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