El Punto Medio

A ver si te es familiar esta situación. Te levantas una mañana y algo no va bien del todo. Te duele la cabeza, la barriga, o las dos. Te zumban los oídos. Se te agarrotan los músculos del cuello. Estás dolorido, molesto, en una palabra, cansado.

Si ya pasas de los treinta y cinco y estas cosas te ocurren más a menudo de lo que querrías, es que, "¡tachán, tachán!" acabas de entrar en la mediana edad. Te has unido al club de los que deberían pensar ya en cuidarse y no tienen tiempo para hacerlo.

Admitámoslo, la vida del español medio, de clase media y mediana edad es la que nos ha tocado en suerte. Un trabajo pesado, con un horario terrible que nos tiene atados a una silla delante de un ordenador durante ocho horas seguidas, o dando vueltas como un loco enfrentándonos a los peligros de la gran ciudad. Cuando llegas a casa, a las tantas de la tarde apenas te queda tiempo de nada y aún menos, ganas. Saludas a tu pareja, y te das cuenta de que siempre que te pregunta "¿que tal la tarde?" tú, últimamente sólo contestas "aburrida" o "tranquila, muuuuy tranquila".  Coges a tu bebé para estar con él la hora que te queda hasta que lo bañas y se duerme. Intentas hacer algo de deporte en casa, diez minutos de bicicleta estática en mi caso, mi cuerpo no da para más y no puedo sacar tiempo de donde no hay. Cuando quieres darte cuenta ya son las diez y todavía tienes que ducharte y hacer la cena. Acabas comiendo cerca de las once. Ni siquiera puedes darte el gusto de seguir nada en la tele, porque para las once y media ya has caído redondo en el sofá.

Yo antes era de los que aguantaban horas y horas delante de la tele viendo cualquier programa, interesante o no, incluso películas que ya había visto cien veces, pero que me divierten, ahora es imposible. Esto es fijo, cuando llega el bloque de anuncios tan gracioso de "¡Volvemos en tres minutos!" caigo. Vamos, que ellos vuelven pero yo ya no estoy. Y me despierto a los veinte minutos y voy deambulando como un zombie camino de la cama. ¡Sigh!

Supongo también, aquí hablan mis ganas de auto-consolarme, que mi cuerpo está ahora en periodo de adaptación continuo. Desde que nació Lucas, todo ha sido un cambio constante y un ajustarse a nuevos horarios. Así que tengo la esperanza de que de todo esto también saldré. Como salí de la falta de sueño de los primeros meses. De los cambios constantes de pañales. De las contínuas visitas todas las semanas, que se agradecían, pero te trastocaban tu ya más que trastocado horario. De los intentos infructuosos de mantener la casa medianamente decente y limpia.

Y es que todo en la vida es encontrar el término medio. Ese punto de equilibrio entre el bien y el mal. Entre lo blanco y lo negro. En mi caso, entre el estrés y el aburrimiento. Un lugar al que no es difícil llegar, pero al que le ponemos trabas y obstáculos, la mayoría mentales e inexistentes, con tal de no esforzarnos, de no cambiar de hábitos, de seguir estáticos, parados, quietos y apoltronados. De algo así hablé hace unos meses en "Las Cinco Claves De La Felicidad". Hoy recomiendo de nuevo seguir esos sencillos consejos.

Por mi parte ya he empezado ¿qué vas a hacer tú?

Comentarios

Entradas populares